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Hace un par de semanas se estrenó la tercera temporada del reality de Alaska Y Mario y confieso que he seguido la primera y segunda temporada. Era fácil de ver, con situaciones de lo más cómicas (casi todas protagonizadas por Mario Vaquerizo) y te hacían pasar un rato divertido. Pero ahora, definitivamente, la cosa ha cambiado.
Todos sabemos que Alaska ya era famosa antes del reality, pero su marido, el polifacético Mario Vaquerizo (lo mismo te hace un playback, que escribe un libro o hace de tertuliano en un programa para marujas) se coronó como la actriz revelación de la temporada, el imprescindible en cualquier sarao, presentación o programa que se precie. Y como siempre pasa en este país, empezó ese momento que yo llamo “la exprimición del producto”. Y ¿qué significa? Pues que a partir de la primera temporada tenemos al idolatrado Mario hasta en la sopa.
El reality ha pasado de contarnos las cosas más divertidas del día a día de Alaska y Mario de una manera espontánea a ser un photocall donde se promocionan sus amiguitos y ellos mismos constantemente, que si presento libro, que si estreno canción, que si subasto mis gallumbos viejos… Capítulos guionizados al máximo con crossover de los chicos de Gandía Shore insertados con calzador y un sinfín de situaciones más, encorsetadas y metidas a la fuerza. Ya no mola.
Quiero que vuelvan esos momentos de intimidad con La Favor, Topi y el resto de la banda cuya naturalidad, simpatía y familiaridad hizo que el reality fuese tan divertido y seguido. Quiero ver a Mario soltando lo primero que se le pasa por la cabeza, sin importarle en absoluto si está diciendo una sandez, y no lo que ha escrito un guionista. Y quiero ver un montón de escenas disparatadas que no hayan salido de la mente de alguien sino que sean fruto del momento. Que dejen las autopromociones y se abran una fan page en facebook para eso. Pero que vuelvan los auténticos Alaska y Mario! Hasta que no sea así, no pongo Mtv.